Líbano: sueños para arreglar un país

Líbano, territorio de apenas 4 millones de habitantes, se ha convertido en el tercer país que más refugiados acoge en todo el mundo. En la actualidad, alberga a más de un millón de personas refugiadas sirias. Sin embargo, las condiciones de vida no son fáciles, especialmente para los niños y niñas desplazados al país, que ven vulnerado su Derecho Fundamental de acceso a una educación de calidad. La falta de espacios disponibles, el precio del transporte, la discriminación, así como las impredecibles normas de inscripción y requisitos libaneses, son los principales obstáculos a la matriculación y la asistencia en escuelas públicas.

«Estuve casi tres años sin ir a clase y me dio mucha pena, se me olvidó todo lo que había aprendido antes» Solaf, 13 años

Es absolutamente necesario recuperar el tiempo perdido durante el conflicto y desplazamiento, facilitando el acceso al aprendizaje, el juego y un presente y futuro dignos. Por ello, el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) trabaja en la capital, Beirut, y otras zonas de Líbano, garantizando el derecho a la educación de 3.500 niños y niñas refugiadas y su inserción en el sistema educativo libanés, una labor que apoyamos a través del programa EPGO. Uno de los grandes retos para JRS es compensar todo lo olvidado en los años sin escolarizar. Como afirma Rania, profesora en la escuela de Al Tayaani, “la educación es lo más importante que pueden tener los niños”.

“Lo mejor de ser profesor y que a mí me hace más feliz, es que los niños cuando vienen al colegio sienten seguridad” Ahamad, refugiado sirio

“Ahora mismo estoy en cuarto grado, aunque debería estar en un curso más, y recuperar esos años. Sin embargo, cuando llegamos aquí a Líbano no había colegios hasta que abrió este. Estuve casi tres años sin ir a clase y me dio mucha pena, se me olvidó todo lo que había aprendido antes, explica Solaf, de 13 años y originaria de Damasco. Lleva dos acudiendo a la escuela Nikseh JRS en Bar Elias, ciudad en el valle de Bekaa, a 13 km de la frontera con Siria. Aunque hace cinco años que vive en Líbano, su hermana de 16 no puede acudir a la escuela: “No hay institutos que le acepten sin pasar un examen que tiene que hacer en Siria, y por ahora no puede volver”. Solaf afirma que en el colegio cuenta con buenos amigos y aprende y trabaja mucho. Su sueño es ser doctora: “Quiero ser doctora, para que la gente no se preocupe y pueda ayudarles a que se curen”.

“La educación es lo más importante que pueden tener los niños” Rania, profesora en la escuela de Al Tayaani

La atención a niños y niñas como Solaf comprende su matriculación en el colegio, el mantenimiento de las infraestructuras educativas y el equipamiento de las aulas, la distribución de materiales educativos, el desayuno escolar diario y materiales de higiene básicos, el transporte, la formación al profesorado, la realización de actividades extracurriculares y la atención psicosocial a estudiantes y familias de las escuelas.

“Lo mejor de ser profesor y que a mí me hace más feliz, es que los niños cuando vienen al colegio sienten seguridad”, explica Ahamad, refugiado sirio que ejerce como profesor en la escuela de JRS en Nahyereh desde hace tres años. “Que se sientan seguros es lo más importante para ellos, también los sueños son muy importantes y eso es en lo que trabaja JRS, que los y las alumnos tengan sueños y quieran perseguirlos. El país sin sueños no se arregla”, reflexiona. “La vida no se para, tenemos que seguir viviendo. Tenemos muchas dificultades y podemos sobrepasar estas dificultades”.

«Es absolutamente necesario recuperar el tiempo perdido durante el conflicto y desplazamiento, facilitando el acceso al aprendizaje, el juego y un presente y futuro dignos»