Cuando en el país al que llegas te recibe la escuela que dejaste atrás

La mayor parte de las personas que se ven obligadas a dejar atrás su país lo hacen a naciones vecinas, en su propio continente.

Los niños y niñas venezolanos tienen un 53% menos de probabilidades de ir a la escuela en Brasil y las personas adultas trabajan más, pero cobran menos, de acuerdo con un estudio de Naciones Unidas.

En la actualidad, aproximadamente 260.000 venezolanos y venezolanas se encuentran en Brasil, tras haber huido de la crisis económica, política y social en su país. Aunque el marco jurídico es favorable, muchas de estas personas enfrentan numerosos obstáculos en el acceso a servicios sociales, al mercado laboral formal y al sistema educativo. Muchos de estos obstáculos derivan de barreras lingüísticas y de las dificultades que se presentan al momento de corroborar capacidades profesionales o de validar la documentación que ampara la formación educativa.

Los niños y niñas venezolanos tienen un 53% menos de probabilidades de ir a la escuela en Brasil y las personas adultas trabajan más, pero cobran menos, de acuerdo con un estudio de Naciones Unidas. La emergencia sociosanitaria derivada de la Covid-19 ha hecho que aumente la situación de exclusión y vulnerabilidad en la que la población venezolana se encuentra en Brasil, por lo que se ha triplicado la ayuda recibida por esta población a través de programas sociales.

Cuando esa persona atraviesa la entrada suele escucharse un “Uf, usted habla español, gracias a Dios”.

Cuando llegan a Boa Vista muchos migrantes venezolanos acuden a Fe y Alegría en busca de información. Esta institución trabaja allí desde 2018; comenzó atendiendo a menores migrantes -principalmente procedentes de Venezuela- y, poco a poco, también a sus familias, en colaboración con la comunidad que los acoge. Desde 2020, esta labor es apoyada por Inditex y Entreculturas a través del proyecto “Ayuda humanitaria e integración de migrantes forzosos venezolanos asentados en Brasil”, dentro del Programa EPGO III. Se trata de un servicio de convivencia y fortalecimiento de vínculos para niños, niñas y adolescentes, garantizándoles un servicio básico de protección, alimentación, integración a la sociedad brasileña y el disfrute de sus derechos.

Desde el año pasado, hemos intensificado el trabajo acompañando a miles de familias migrantes y nacionales en medio de la pandemia, a través de ayuda humanitaria que incluye alimentación, kits de higiene para prevención del Covid-19, recargas de gas, canastillas para mujeres embarazadas, etc. En total en 2020 se atendieron 5.143 personas en el centro social de Fe y Aelgría Boa Vista gracias al apoyo del proyecto.

Muchos de los venezolanos y venezolanas que llegan exhaustos a este centro y se encuentran el logotipo de Fe y Alegría en la entrada sienten que, después de un viaje migratorio tan duro, han llegado a casa. En su país, ese logo está por todas partes, en cientos de escuelas y programas de educación popular, y representa algo bueno.

Cuando esa persona atraviesa la entrada suele escucharse un “Uf, usted habla español, gracias a Dios”. Es la expresión de alguien que viene cansado de andar a pie o en bicicleta bajo un sol abrasador, sumando kilometraje al ya largo recorrido desde su casa vacía ubicada en lo que antes era su ciudad.

Los proyectos desarrollados en Boa Vista son resultado del trabajo conjunto de muchas personas: el equipo de Fe y Alegría en la ciudad, el equipo en la sede nacional de la institución en Sao Paulo, financiadores como Inditex, otras organizaciones de la sociedad civil, organizaciones religiosas, otras obras de la compañía en el territorio tales como el Servicio Jesuita para Migrantes y Refugiados (SJMR), además de personas voluntarias que donan su tiempo para esta causa. Aún más, los incontables brasileños que en este hermoso país que ha acogido decenas de miles de migrantes que han cruzado la frontera en los últimos 4 años para reconstruir sus vidas y que en agradecimiento quieren contribuir al desarrollo de esta gran nación.

Yo también soy migrante, llegué hace 4 años, igual que todos los demás, con una maleta que intentaba trasladar toda una vida a un país diferente.

José Alberto Romero, de origen venezolano y encargado de la coordinación de Fe y Alegría Brasil en Boa Vista, nos cuenta lo doloroso y difícil que puede llegar a ser migrar desde su propia experiencia —como persona que emigró a Brasil con su familia—, dado que ésta también converge con la pobreza, la soledad, la inseguridad y la xenofobia, entre otras.

“Hoy comprendo que todos somos migrantes en esta vida, apenas de paso y que como tales somos llamados a ser empáticos con aquellos que por diferentes razones se ven obligados a salir de su país dejando atrás familia, casa, sueños y raíces.”

La experiencia migratoria es dolorosa, a veces incluye pobreza, soledad, inseguridad y xenofobia, entre otras, pero puede ser también una oportunidad extraordinaria para ampliar nuestros horizontes, para aprender de la riqueza que es inherente a la diversidad cultural, para reconstruir nuestras vidas y con mayor experiencia ayudar a los que vienen atrás.